viernes, 30 de julio de 2010

¿Derechos inmorales?

A continuación un editorial que, a criterio de nuestro programa, presenta una visión de los derechos humanos que debe ser tomada en cuenta por los diferentes actores sociales para garantizar un equilibrio social en la búsqueda del bien común.

Monseñor Julio Parrilla


Vivimos en un mundo muy sensible para con los temas científico-técnicos, económicos y sociales. Sin embargo, la energía necesaria para afrontar tantos problemas deberíamos de buscarla en la vida espiritual... Siento que es en el contexto de la espiritualidad y de la ética en el que debemos de afrontar la relación entre derechos humanos y responsabilidad moral. Hoy, los derechos humanos, gracias a Dios, son universalmente reconocidos (aunque no siempre sean respetados). Es más, son los que definen la calidad moral y democrática de los Estados y regímenes políticos. Sin embargo, no todo está tan claro ni en el planteamiento ni en la legislación.

Toca preguntarse en qué medida los derechos humanos, tal como se plantean y legislan, nos ayudan a vivir humanamente. Los derechos humanos van íntimamente unidos a la idea de la "dignidad humana". Pero si algo nos dicen los horrores de la guerra y de la paz, los infinitos atentados del hombre contra su propia humanidad, es que el tema de la dignidad y la distinción entre el bien y el mal no es tan evidente.

El riesgo que corremos es el de afirmar el valor absoluto del individuo al margen de la responsabilidad moral, lo cual puede ser catastrófico para nuestra civilización. Y es que cuando la persona pierde su dimensión moral (el sentido del pecado) piensa que todo está permitido.

Soy testigo de la violencia que nos azota en muchos ámbitos y me pregunto por qué... ¿Por la pobreza?, ¿por el hambre?, ¿por la falta de trabajo? Sin duda son las causas sociales del problema. Lo más grave es la disolución moral de la conciencia: pensar que todo está permitido con tal de que yo esté bien aunque los demás se caigan a pedazos...

Una sociedad en la que el Estado tiene todos los derechos sobre la persona resulta inhumana. También se vuelve inhumana la sociedad si los derechos humanos se convierten en la justificación de instintos y pasiones.

Temas como el aborto, la eutanasia, la manipulación genética o las drogas tienden a verse como derechos, aunque su dimensión moral sea más que discutible. Evidentemente, el problema no son los derechos humanos sino que se conviertan en máscara de una cultura de muerte.

¿Cómo edificar una sociedad moderna, democrática, incluyente, en la que los derechos humanos concuerden con la moral? Es preciso llenar el vacío de la educación moral. Y, ahí, el Estado, las iglesias, los medios, tienen mucho que hacer a la hora de defender el valor de la persona, la comunidad, la ética y la espiritualidad. Ojalá que entre todos podamos y queramos hacerlo. Al margen de estas referencias siento que el mundo se nos quiebra entre las manos.
   

Editorial  tomado de Diario El Comercio del Domingo 11 de Julio de 2010